En una década el volumen de deuda corporativa se ha doblado hasta un valor de 13 billones de dólares.
El resultado es consecuente con la política monetaria aplicada durante este periodo. Una rebaja de los costes financieros y un mar de liquidez provoca el endeudamiento fácil de las empresas. No obstante, un endeudamiento elevado refleja riesgos y vulnerabilidades de una economía altamente intervenida.
La mejora económica debería haber impulsado una reducción del endeudamiento corporativo. No obstante, esto no ha sucedido. Cualquier empeoramiento del entorno podría desencadenar un pinchazo poco recomendable.
El BCE tiene un claro dilema: Tras un leve parón, una vuelta a laxitud monetaria inflaría una burbuja peligrosa que no tardaría en explotar si esta política no tuviera finalmente efecto en la economía. Y, por otra parte, un endurecimento sin una fortaleza pareja de la economía, acabaría por pinchar el globo de endeudamiento.
Como era de esperar, no nos queda más remedio que acelerar una reforma estructural de gran calado que permita reducir sustancialmente las políticas de intervención constante.