Los inversores tienen ilusión monetaria permanente y los bancos privados lo saben.

Sin embargo, la inversión responde a la necesidad de batir a un enemigo que se come el poder adquisitivo de nuestro patrimonio, la inflación. Si el crecimiento continuado del precio de los bienes y servicios con los que medimos el valor de nuestro patrimonio es nulo, entonces no existe enemigo con quien luchar y, por tanto, nuestra exigencia en el rendimiento nominal alcanzado por nuestra inversión tendrá que ser claramente menor. El rendimiento real es el mismo cuando nuestra cartera de inversión alcanza un resultado de 5% con inflación de 5% que cuando el resultado es 0% con inflación 0%. Alejarse mucho de la meta que nos marca nuestro “enemigo” supone asumir riesgos desconocidos y crecientes.

El comentario entre clientes es generalizado: Quiero que mi dinero rinda un 5% como mínimo. Respuesta del sector: Lo quieres, pues te lo doy. No importa el riesgo y no importa el plazo, lo importante es dejar claro que la inversión en el tiempo obtendrá un beneficio suculento. Si la oferta se adereza con un cierto envoltorio banalmente exclusivo, la venta está hecha. Como la plaza es circular y la oferta es la misma, los inversores eligen a una u otra entidad financiera por lo fiable que suene la denominación del grupo de gestión, sea español, suizo, inglés, francés o americano. Si, posteriormente, los rendimientos prometidos no se alcanzan, la culpa será siempre de otro, generalmente, alguna distorsión del mercado que en principio era imposible de predecir. El consuelo es que el mal no será sólo de uno sino de todos los clientes del mercado.

Sin contemplar los conflictos de interés inherentes a la venta de un producto financiero, la verdad es que el sector de la gestión patrimonial sabe muy bien que hablar de la árida realidad del mercado financiero es claramente aburrido, sin marketing y falto de gusto. Sin duda, los conceptos de volatilidad, inflación, crecimiento real, monetización, convexidad, tasa de retorno e infinidad de conceptos financieros y económicos escapan del conocimiento del inversor particular y, hablar de ello, deslumbra al oyente, pero no se internaliza su significado. Probablemente, el cliente saldrá a la plaza financiera a buscar a otro dispuesto a venderle lo que quiere escuchar y comprar.

El entono de tipos de interés cero con inflación cero provocará probablemente la desaparición de la actual estructura de la banca privada. En realidad, la consecución de un rendimiento de 5% supone la venta de productos que claramente exceden el riesgo que cualquier inversor moderado está dispuesto a asumir. Si los activos denominados “libre de riesgo” ofrecen exiguos rendimientos y los costes de gestión y distribución incluidos en el producto vendido rondan el 2%, entonces la realidad es que la propuesta de obtener un 5% supone ofrecer al cliente un rendimiento bruto de la inversión cercano al 7% por encima de la inflación. En cualquier entorno académico, está propuesta no sólo es una barbaridad sino una irresponsabilidad que ronda la negligencia profesional. Sólo podría defenderse si se considera un plazo largo de inversión que normalmente el cliente no dispone y, sobre todo, si se ofrece a clientes con un estómago preparado para ver cómo la incertidumbre y volatilidad de los activos comprados juegan con su patrimonio, similar al baile de las orcas asesinas con las focas marinas.

El concepto de rendimiento real tiene que ver con la inflación o crecimiento continuado de los precios de los bienes y servicios que disponemos para gastar nuestro patrimonio.

Si la inflación es cero nuestra necesidad para mantener el poder adquisitivo de nuestro patrimonio es también cero pues los precios no cambian y, por tanto, podemos comprar la misma cantidad de producto. Si existe deflación o descenso continuado de los precios de los bienes y servicios, entonces mantener invariable el valor nominal de nuestro patrimonio nos permitirá ganar poder adquisitivo. Así, si los precios de los alimentos, energía, vivienda y demás bienes relevantes de nuestro entorno descienden continuadamente, entonces nuestra capacidad de compra aumenta y, por tanto, un rendimiento nominal nulo nos ofrecerá un rendimiento real positivo.

Entender el concepto de rendimiento real es importante pues es la clave de toda inversión. La inflación se come nuestro poder adquisitivo y, por tanto, nos obliga a tomar posición en el mercado para obtener al menos esta cantidad “perdida” de antemano. No obstante, si la inflación es próxima a 5% será fácil encontrar activos libres de riesgo próximos a esta cifra y por ello, será sencillo construir una cartera de inversión que obtenga este rendimiento sin excesivos riesgos.

Si el entorno cambia y no existe inflación, entonces no será necesario salir al mercado para obtener un rendimiento que neutralice nuestra pérdida de poder adquisitivo pues, simplemente, no existe tal pérdida. Y si nuestra costumbre de pedir un 5% se mantiene intacto lo más probable es que nos ofrezcan productos y activos que ofrezcan ese rendimiento nominal, pero con un riesgo escondido evidente.

Si por alguna circunstancia la inflación se torna en deflación, entonces mantener a cero el rendimiento de nuestro patrimonio nos permitirá ganar poder de compra de activos alternativos. Como ejercicio propondría al lector que busque inmuebles en las mejores zonas de su ciudad de residencia, pregunte el precio y compare a un plazo razonable cuanta cantidad del bien dinero necesita hoy para comprar dicho inmueble. El ejercicio se puede realizar con otros muchos bienes y servicios cuyo valor es necesario para conocer el valor real de nuestro patrimonio.

El exceso de liquidez genera una distorsión en la medición del riesgo de los activos

Un concepto que dejo para un siguiente artículo es la distorsión generada por el exceso de liquidez en la medición del riesgo de los activos. Si los bancos centrales crean dinero en exceso y este se dirige a los mercados financieros, puede ocurrir que el precio pagado por un activo con un rendimiento (cupón o dividendo) y un riesgo (calidad crediticia) dado este fuera de lo inicialmente estimado y, por tanto, el riesgo estará distorsionado y el precio inflado.