Durante los 17 días que van transcurridos del mes de diciembre no ha habido en EEUU ninguna emisión de los que, eufemísticamente, se conocen como “bonos de elevada rentabilidad” y, popularmente, como “bonos basura”.

De terminar el mes de diciembre así, esto sería un hecho que no se repetía desde hace exactamente diez años, desde noviembre de 2008, en plena, y recién estrenada, crisis financiera.

Los altibajos de las Bolsas de los últimos dos meses y el aumento de la volatilidad o medida de riesgo correspondiente han echado para atrás a los inversores institucionales que normalmente suscriben las emisiones de este tipo de bonos (unos bonos que suelen utilizarse para financiar las llamadas OPAs y que pagan unos tipos de interés elevados para compensar por el riesgo que supone el comprarlos).

El Financial Times del fin de semana daba cuenta de las dos o tres emisiones de bonos de estas características que estaban previstas pero que no han podido salir al mercado ante la ausencia de compradores, a la vista de la incertidumbre generada por la subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal y de las dudas sobre la fortaleza de las economías, en lo que parece ser un momento típico del final del ciclo expansivo del crédito.

El mercado de bonos basura en EEUU tiene ahora un tamaño de 1,2 billones de dólares, pero el deterioro de la calidad crediticia de muchas empresas en las últimas semanas hará que, probablemente, ese tamaño aumente ya que muchas emisiones que inicialmente tenían calificaciones de BBB la verán pronto rebajada al nivel de bono basura (o de elevada rentabilidad, si se prefiere).

la caída de precio de los bonos basura de peor calidad ha llevado sus rentabilidades un 4% por encima de donde estaban en el momento de mayor optimismo del año, con lo que ahora supera ya el 12% (piénsese, para comparar, que la deuda pública española a 10 años rinde un 1,41%)

En el gráfico inferior se muestra el comportamiento de un ETF (por sus siglas en inglés: Exchange Traded Fund) o “fondo cotizado”, en español, que invierte en este tipo de bonos de elevada rentabilidad (los fondos cotizados se distinguen de los convencionales en que pueden comprarse o venderse en Bolsa en tiempo real, como si fueran acciones, sin tener que esperar al final del día para conocer el valor liquidativo de sus participaciones).

Como puede apreciarse, las caídas fuertes de la cotización coinciden con los momentos más delicados de la economía y de los mercados financieros durante los diez últimos años: 1) 2008, en que la caída de la cotización llegó a ser del 44%; 2) 2011, cuando, en pleno verano, los problemas para alcanzar un acuerdo entre el Congreso y el Presidente de EEUU para elevar el límite máximo de la deuda pública que podía emitirse hicieron que llegara a temerse un eventual impago de su deuda por parte del Tesoro norteamericano (lo que llevó a Standard & Poor’s a rebajar su calidad crediticia de AAA a AA+); la caída fue entonces del 14%, y 3) el momento de máxima tensión en febrero de 2016, cuando una recesión global amenazaba en el horizonte: -24%.

Por ahora, la caída que ha tenido en este último año y medio la cotización del ETF del gráfico ha sido mucho más modesta: -7,7%. Está por ver si esto degenera en algo peor. Desde luego, la comparación con noviembre de 2008 hecha más arriba está, por ahora, muy lejos de reflejarse en el gráfico.