El cambio de siglo ha demandado una reforma estructural en el sector real de la economía. Los distintos periodos de crisis financiera se han resuelto por la vía del endeudamiento público y privado y por la vía monetaria, con la aplicación de programas de financiación cuantitativa, tanto en el campo público como privado. El efecto en el tiempo ha sido escaso o, al menos, menor de lo inicialmente esperado. El mecanismo de transmisión monetaria no se ha traducido en una mejora del sector real privado de las economías occidentales ni, por ello, de las expectativas de crecimiento económico futuro. El Covid-19 supuso la mayor patada a seguir, pues las políticas económicas se limitaron a repetir las actuaciones de endeudamiento y monetización del pasado, esta vez dentro de un nuevo entorno académico denominado Teoría Monetaria Moderna. Está teoría defiende que la emisión de deuda y de dinero se puede mantener en el tiempo pues, primero, son políticas no tienen efecto sobre los precios y segundo, porque, en última instancia, los bancos centrales siempre pueden cancelar la deuda soberana presente en su balance de situación.
La realidad es que la inflación ha vuelto con fuerza. En Estados Unidos ha llegado al 6,8% y en Europa a un nivel próximo al 5%. Doce meses antes los datos de inflación se situaban en el nivel del 1%. En un primer momento, las autoridades monetarias subrayaron la temporalidad del hecho. Recientemente, Jerome Powell ha admitido una permanencia mayor. Sin duda, es sospechoso que departamentos de economía de instituciones de alto nivel hayan subestimado el efecto de tanto endeudamiento y monetización.
El gráfico adjunto sobre el balance conjunto de los Bancos Centrales de Estados Unidos Europa y Japón es realmente significativo. La inmensidad de dinero introducido en el sistema tras la aparición del Covid 19 es brutal.

El efecto en los mercados financieros se describe en el grafico siguiente con la evolución del índice tecnológico Nasdaq. El ascenso desde 2001 asusta y la aceleración generada en el precio del índice en los dos últimos años no tiene descripción posible, salvo que algo simplemente no funcione. La correlación con la aceleración en la emisión de dinero a nivel mundial es claramente positiva.
Toma cuerpo la teoría de muchos analistas que definen para los próximos meses un entorno dominado por una burbuja general en todos los activos. La renta fija es, ahora, un activo de riesgo pues los precios han alcanzado metas insospechadas, gracias a más de una década con tipos cero. Los riesgos en renta fija aumentan si se considera adicionalmente la calidad de las empresas de distinto tamaño que han obtenido financiación regalada sin atender a la verdadera viabilidad de sus proyectos. Un nuevo periodo con tipos de interés más elevados calificará los activos de renta fija como “patatas calientes” a soltar a cualquier precio.
El gráfico sobre el Nasdaq es similar a la evolución de otros mercados, tanto SP y DJ, como Eurostoxx 50 o Nikkei 225. Todos muestran indicadores de sobrecalentamiento de los precios de los activos. La elevada valoración ha provocado que el inversor complemente la inversión en otro tipo de activos como son las criptomonedas, materias primas y nuevas ideas virtuales como el nuevo mercado metaverso en el que se puede pedir crédito para comprar activos intangibles para una economía intangible.
El entorno es extremo. La mejor opción es atender a la historia y a una resolución similar a la vivida este mismo siglo: La crisis de las punto.com, pero esta vez con la mayoría de los mercados financieros.