“Un Messi llamado inflación”

Parece extraño que los métodos para calcular las principales variables económicas ya no reflejan la realidad que la sociedad percibe en esas mismas variables. No existe inflación y el desempleo no es tan alto como tendría que ser con todo lo que está cayendo. Quizás sea una condición necesaria para que la denominada Teoría Monetaria Moderna sea viable.

Es difícil transmitir lo que significa incrementar por seis veces el balance de los bancos centrales de Estados Unidos, Europa y Japón. Igualmente, no es fácil cuadrar en la cabeza de los contribuyentes la existencia de un volumen de endeudamiento de los países que en conjunto alcanzan un 360% del pib global. Las cifras se expresan en billones de dólares, por lo que, en el fondo, nuestra mente no es capaz de discernir entre, por ejemplo, 28 billones o 31 billones de dólares emitidos con la máquina de producir billetes. Tampoco somos capaces de digerir convenientemente el hecho de que Estados Unidos en este año ha aprobado un gasto para combatir los efectos de la pandemia por valor de 4 billones de dólares, un montante igual al 20% del PIB del país o que, en Europa, además de los programas de cada gobierno, la aportación al gasto de la Unión Europea alcanza los 750 mil millones de euros. Si nos dijeran otra cantidad, nuestra reacción sería la misma.

Los mercados financieros han reflejado este comportamiento global de apoyo sin límites. Muchos índices empiezan a mostrar comportamientos propios de un escenario de burbuja en valoración de activos. El índice tecnológico Nasdaq es un ejemplo, que nos va a permitir desarrollar varias conclusiones:

  1. La curva de crecimiento del precio de las acciones tecnológicas es exponencial. La pendiente es cada vez más vertical por lo que podemos estimar que el crecimiento del valor de las acciones que conforman este índice crece de forma cada vez más rápida en periodos de tiempo más cortos.
  2. Esto significa que las expectativas de crecimiento de los beneficios de las compañías cotizadas se aceleran a medida que pasa el tiempo, por lo que se debe estar produciendo una de las siguientes alternativas. En primer lugar, una expectativa en el mercado de crecimiento económico robusto, consolidado y fuerte que está dinamizando la capacidad de las compañías para generar beneficio y, en segundo lugar, una entrada enorme de dinero que lucha por adquirir, al precio que sea, las acciones del índice. Puede que ambos sucesos estén actuando al mismo tiempo, pero cuesta comprender cómo un ritmo de crecimiento económico efectivo tan débil en los países occidentales pueda animar una compra exponencial de estas compañías.
  3. Parece razonable admitir que el dinero emitido por los bancos centrales haya acabado en los mercados financieros. Es cierto que el sector tecnológico es el sector clave para transformar nuestra sociedad y, en definitiva, es la llave de nuestro futuro. Sin embargo, el precio al que se invierte en estas compañías ha crecido de forma desmesurada respecto a la capacidad que tienen estás compañías para generar un beneficio sólido y regular. Muchas de estas compañías todavía son sueños y no reportan beneficios. Sin duda, el dinero invertido ha entrado de forma descontrolada inundado las mesas de los operadores de mercado. Si se observa bien el resto de los índices más tradicionales, el comportamiento es similar y si acudimos al precio de todos los bonos soberanos y corporativos, en todos los plazos y riesgos, el gráfico es también parecido.
  4. Los gráficos de los índices americanos muestran de forma general un primer pico que se desvanece con la crisis tecnológica, un pico intermedio en la crisis financiera y un último pico en el momento actual. La crisis tecnológica hunde a las compañías del índice a un periodo de adaptación en un valle claramente definido. Tras la crisis financiera, las acciones comienzan a acelerar el alza en su cotización hasta iniciar un tramo de subida en vertical. Esta evolución coincide con la masiva intervención de los bancos centrales y, tras la respuesta a los efectos de la pandemia, con crecimiento del índice en paralelo con el balance de los bancos centrales.
  5. Los índices americanos han corregido buena parte de los avances en el año 2021. Desde los máximos de noviembre los índices americanos han caído de forma global en porcentajes superiores al 15% y, en concreto, el índice Nasdaq por encima del 20%, entrando en lo que se denomina mercado bajista. Esperamos con paciencia la confirmación de este nuevo ciclo de mercado,  que significaría un comportamiento a la baja con rebotes en alcanzando máximos menores y caídas hacia mínimos superiores. La cartera actual está preparada para obtener provecho de este escenario.

En este entorno caben tres conclusiones adicionales:

  1. Ya sabemos dónde está el dinero de los bancos centrales: En los mercados financieros. Llegados a este punto cabe preguntarse: ¿Cuándo empezamos a hablar de la economía real?
  2. Los resultados tan positivos sobre la economía real proclamados por las autoridades monetarias y fiscales no parecen que sean del todo cierto ¿Qué ocurriría si tanta emisión de dinero y tanto endeudamiento se vuelve insostenible y, peor aún, no es creíble por el resto de los agentes económicos? De hecho, hoy en día no es posible renunciar a estas políticas expansivas sin que la economía real estalle en pedazos.
  3. El experimento de la denominada Teoría Monetaria Moderna ha permitido tapar un problema derivado de la ausencia de una estructura económica viable con las necesidades actuales. Esta forma de echar balones fuera lo tendrá que pagar alguien en forma de menos bienestar y menos riqueza. La crisis estructural nace antes que la pandemia y sigue sin resolverse.

Los primeros destellos de inflación asoman en las principales economías. En consonancia con ello, los costes de endeudamiento han iniciado un nuevo camino al alza. Con un pequeño movimiento, todos se ha puesto nerviosos.

Si Messi representara la inflación y saliera fugaz hacia la portería contraria y en ese momento, Sergio Ramos, los bancos centrales, fuera a cazarle por la espalda con más de lo mismo, la mayor parte del planeta sabría cuál sería la sanción inmediata a tan descabellada entrada: Tarjeta roja y penalti. En nuestro mundo económico, la emisión de dinero para cubrir endeudamiento en niveles tan estratosféricos tendrá con alta probabilidad una sanción parecida: Expulsión del campo de juego y penalti contra los gobiernos que han apoyado alegremente estas medidas.